Los humanos: talentos lingüísticos

Los humanos: talentos lingüísticos

El ser humano tiene una capacidad única, que lleva a su pleno desarrollo interactuando con los demás: el lenguaje. Su dimensión social incluso hace que los chismes aparezcan bajo una luz diferente.

«No sé qué quiere usted decir con una gloria, » dijo Alicia. Humpty Dumpty sonrió despectivamente. Por supuesto que no lo sabes…, a menos que yo te lo diga. He querido decir: «Aquí tienes un argumento bien apabullante». ¡Pero gloria no significa «argumento bien apabullante»!, objetó Alicia. Cuando yo uso una palabra, esa palabra significa exactamente lo que yo decido que signifique…, ni más ni menos.

Esta escena es del libro infantil Alicia a través del espejo, escrito por Lewis Carroll en 1871. El encuentro entre la pequeña Alicia y Humpty Dumpty, un huevo de aspecto humano, demuestra una cosa: la sociedad define al lenguaje. No es algo que definas por ti mismo para que solo tú entiendas el significado y las reglas. El lenguaje se define por la interacción humana. No hay ninguna ley en la naturaleza que nos haga llamar «mesa» a una mesa. Es la comunidad de hablantes quien define el significado de una palabra. Hablar el mismo idioma es una herramienta única para comunicarse.

«La lengua es el principal recurso de las acciones de cooperación», afirma el lingüista Ludger Hoffmann (en alemán) de la Universidad Técnica de Dortmund. «El uso del lenguaje permite a las personas intercambiar sus sentimientos y problemas complejos en todo el mundo y, por lo tanto, también crear y desarrollar sus relaciones de cooperación». La necesidad de cooperación es probablemente la raíz del desarrollo del lenguaje. «Una teoría afirma que el lenguaje se desarrolló evolutivamente porque necesitábamos cooperar y por lo tanto necesitábamos comunicarnos», comenta Claudia Friedrich (en alemán), psicóloga evolutiva de la Universidad de Tübingen. «Los primeros humanos querían alcanzar metas colectivas, como cazar, y tenían que comunicarse para alcanzar esa meta». Los grupos que eran buenos cazadores tenían una ventaja en la supervivencia, pero también tenían que ser capaces de señalar que querían seguir trabajando juntos. «Y cada uno tenía que reclamar su parte de la presa».

 

 

Lenguaje improvisado

La influencia de las necesidades sociales en el lenguaje se hace evidente cuando se reúnen personas de diferentes comunidades lingüísticas. Si el contacto es más bien precipitado, un simple lenguaje de signos puede ser suficiente. Pero si es necesario un contacto más intenso, las personas necesitan hablar entre sí y desarrollan una comunicación pragmática como la lengua pidgin Russenorsk, una mezcla de ruso y noruego con elementos de otros idiomas. Este idioma fue utilizado por un vendedor ruso y un pescador noruego en los siglos XVIII y XIX durante la época de deshielo en el Mar del Norte, cuando era posible el comercio. El idioma pidgin ofrece un conjunto de gramática muy reducido e improvisado. Russenorsk, por ejemplo, no tiene formas plurales.

Curiosamente, el lenguaje provisional sufre una transformación milagrosa cuando los niños crecen con él y se convierte en su lengua materna: Contrarrestan la arbitrariedad gramatical de sus padres con reglas vinculantes. La lengua pidgin se convierte en la llamada lengua criolla.

Un animal muy especial

Las habilidades sociales hacen de las personas un talento excepcional cuando se trata de idiomas: «A diferencia de los simios, los humanos usan palabras como yo, tú, ahora, aquí, que les permiten referirse a un tercero, un objeto, una habitación o una persona», explica Ludger Hoffmann. «El hablante y el receptor deben sincronizarse para que este pueda descubrir lo que significa el espacio compartido de percepción o imaginación». Esto no pueden hacerlo los animales, ni siquiera los chimpancés, ya que no son capaces de este tipo de sincronización ni de orientación común. «Los chimpancés solo pueden trabajar con gestos de señalización si se han acostumbrado a ellos en cautiverio». En la comunicación con los animales hay sobre todo exigencias como los gritos de advertencia, como el de los cercopithecus. Además, los lenguajes animales tienen solo una sintaxis simple. «En los experimentos, los simios fueron capaces de combinar términos simples, como fruta con rojo», expone Hoffmann. Los animales no dominan incrustaciones complejas, por ejemplo en forma de frases relativas como: «El hombre de la ciudad con el río...».


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Roberto Exposito Vierna

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