OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Décimo I a V)
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Canto Décimo
Argumento del Canto Décimo.
Convite de Tétis á los descubridores: canción profética de la ninfa, en que bosqueja rápidamente las principales conquistas y hazañas de los Virreyes, Gobernadores y caudillos portugueses hasta don Juan de Castro: sube Tetis con Gama y los demás a un monte, desde el cual les muestra las esferas celeste y terrestre: descripción del orbe, especialmente del Asia y del África: salen los navegantes de la Isla, y continuando su viaje, llegan felizmente a Lisboa, y ofrecen al Rey el resultado de sus trabajos: invocación, consejos y ofrecimiento que le hace el Poeta de cantar sus hechos, si emprende las gloriosas empresas que le vaticina, y que anuncia su espíritu generoso.
I.
De la adúltera, en esto, Lariséa
Guiaba el amador sus animales
Hacia el lago feliz dó señoréa
Tierras Temistiton occidentales:
El grande ardor del sol Fabonio oréa,
Con soplo que en los tanques naturales
Crespa el agua serena, despertando
Lirio y jazmín que yacen dormitando.
II.
Entonces de las manos los amantes
Cogidos, y conformes, y rientes,
Subían a las salas rutilantes,
Ricas de argenterías relucientes,
Dispuestas por la Reina, que abundantes
Mesas de altos manjares excelentes
Les dispone, restauro a la flaqueza
De la cansada al fin naturaleza,
III.
Allí en sillas se sientan cristalinas
Todos, de dos en dos, amante y dama;
Y a su cabeza, en otras de oro finas
Está con la alta diosa, el claro Gama.
Los manjares y especies peregrinas
Que atrás dejan de Egipto antigua fama,
Se acumulan en anchos platos de oro,
Venidos del Atlántico tesoro.
IV.
Los vinos odoríferos que encima
De las mesas se ven, no de Falerno,
De la Ambrosía son que tanto estima
Jove en el divo coro sempiterno;
Los vasos de labor dó no entra lima,
Alzan crespas espumas que al interno
Del corazón dan súbita alegría,
Saltando misturadas de agua fría.
V.
Mil pláticas alegres se contaban:
Dulce risa sutil, dicho jocundo,
Entre uno y otro plato, despertaban
Apetito y contento sin segundo:
Y acordes instrumentos resonaban,
Que a las desnudas almas del profundo
Hicieran suavizar la eterna pena,
La voz siguiendo de inmortal Sirena.
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