Serpientes y Mujeres en la Mitología
Las serpientes, como animales asociados a las fuerzas telúricas de la tierra, los mundos subterráneos o ciclos de renovación y de fertilidad, se han visto vinculadas a la figura de la mujer en la mitología de muchas culturas a lo largo de la historia. Desde el Paleolítico tenemos representaciones en pinturas y relieves rupestres. Las encontramos en civilizaciones repartidas por todos los continentes y en todas las épocas. Son frecuentes los ejemplos entre pueblos asiáticos y africanos. En América adquieren especial protagonismo en religiones precolombinas como la maya y la azteca, extendiéndose estas tradiciones hasta las tierras del norte.
En lo que se refiere a Europa y el ámbito del Mediterráneo están presentes en las cosmogonías greco-latinas y egipcias. No llegan a constituirse en deidades propiamente dichas, siendo más bien criaturas sobrenaturales dotadas de aspectos negativos y poseedoras de grandes y maléficos poderes que ejercen a través de acciones mágicas. Son capaces de realizar embrujos y conjuros para dominar el destino de los hombres, así como de controlar algunos fenómenos naturales como el viento, la lluvia o las tormentas.
Víctimas del infortunio o de la esencia de su propia maldad, suelen tener carácter vengativo por lo que son inexorablemente portadoras de desgracias para todos aquellos que entren en contacto con ellas. No siempre tienen el aspecto revulsivo de las gorgonas o la imagen feroz e iracunda de Hydra. En el caso de Inglaterra adoptan la imagen de hermosas mujeres vestidas frecuentemente de verde, color relacionado con la vegetación o la piel de los reptiles. Dotadas de gran versatilidad, pueden llegar a cambiar de aspecto a su voluntad o estar condicionada dicha transformación a tiempos concretos, como la noche y el día. Atrapan a sus víctimas con encantamientos para los que suelen emplear reclamos de miedo o seducción.
La cabeza de Medusa. Serpiente del Paraíso, representada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
Pero es en la figura de Lamia donde seguramente encontramos los paralelismos más significativos de la Tragantía. Según Martha Fernández, el mito helénico de Lamia puede remontar su origen al de la diosa sumeria Lamassu, con cuerpo de vaca y cara de mujer. Era un demonio femenino que estaba presente en los partos con el propósito de robar los recién nacidos para beberse su sangre. Lamia, según la tradición griega, fue hija de Poseidón y Belo, reina de Libia que concibió hijos con Zeus. La celosa Hera, esposa del dios, los asesinó a todos, excepto a Escila. Transformó a la amante de su marido en un monstruo condenado a no poder cerrar los ojos y tener que mantener siempre viva la visión de sus hijos muertos. Zeus le permitió extraérselos y volvérselos a poner, para que así pudiera descansar. Lamia, por desesperación y venganza, raptaba a los niños de otras madres, para luego terminar con sus vidas. Tenía el rostro de una bella mujer y el cuerpo de serpiente.
La Tragantía entronca con las fábulas de seres antropófagos como el popular "tragaldabas", el temido "tío del saco" o el mismísimo Lagarto de la Malena. En las regiones del sur de la península ibérica, la influencia de la colonización griega y el posterior dominio romano proyectaron una especial idiosincrasia en las tierras del interior. Si bien la aculturación de estas regiones pudo partir de elementos importados semejantes, el propio sustrato indígena y un mayor aislamiento condicionado por la geografía pudo permitir una mayor pervivencia de tradiciones ancestrales que no se mantendrían en la costa, sometida a constantes cambios culturales debido al tráfico poblacional generado, entre otras causas, por el comercio marítimo.
Tratar de explicar cómo se consolida un mito o una tradición es, en la mayoría de los casos, una bienintencionada tarea, sustentada casi siempre en hipótesis y conjeturas que son argumentadas con más o menos fortuna desde retazos de conocimientos que, como el conjunto de pequeñas teselas, pretenden ofrecer una visión general que facilite la comprensión total del mosaico. El material del que se componen está hecho de recuerdos incompletos, fragmentos muchas veces manipulados de la historia o la propia idiosincrasia de aquellos que los transmiten.
Aceptado esto, pretender dar por cierta cualquier teoría es arriesgado e imprudente. Sin embargo, entendemos que la figura de Lamia no dejaría de ser un posible precedente casi directo que, junto a otros acontecimientos que se produjeron en la región, bien pudiera haber contribuido a conformar el personaje ficticio de la Tragantía.

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